la historia del champagne es la historia de un milagro, aunque sólo sea por los benedictinos -de Pierre Pérignon a Thierry Ruinart- que codificaron su estilo y hoy nos bendicen desde botellas singularmente venerables.
Un experto como Oz Clarke se sorprende incluso que se lleguen a cultivar uvas en una región donde el "clima es demasiado frío, el viento es muy intenso y llueve excesivamente". Hasta el siglo XVIII, el vino de la champagne era decolorido Vin d´Aÿ o Vin de la rivi'ere, sólo la mestría de Dom Péringnonen la mezcla y las técnicasinglesas de embotellafo llevaron a las mesas un champagne como el que conocemos hoy día.
El terroir de la Champagne es uno de los terrenos donde la vid más sufre y, por es mismo, alcanza mayores virtuosismos. Los pequeños vignerons de hoy, de Selosse a Tarlant o Egly-Ouriet, elaboran incluso monovarietales de pinot meunier, pero uno sigue admirando la perciia de tantas viejas casas -de Krug, eminentemente, a Billecart o Möet- para poner tantos millones de botellas en el mercado y de tanta calidad, por no hablar de esas botellas que -simplemente- redondean el mundo: Salón, el viñas viejas de Bollinger, ese Cristal de insólita alegría.
A la hora de comprar alguno de los tipos de Champagne, habrá que asegurarse de ir a un lugar donde el champagne tiene rotación -porque sólo así, o atentos a la fecha de degüelle, sabremos que el bodeguero lo recibe tan fresco como debería estar-.
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